sábado, 24 de enero de 2009

Apología a las trancas

Retomo el rol de apologista para defender, ahora con toda sinceridad, las trancas (para aclarar, las trancas a la entrada de la universidad que impiden que la gente llegue a clases). No es una causa que esté en particular necesidad de defensores, como lo era la de los camioneteros, ni una que se preste a hacer los chistecitos irónicos que tanto me gustan, pero me parece que hay una defensa coherente al asunto que va un tanto más allá del "no queda otra).

Tupi argumenta que trancar la universidad es anti libertario y por ello condenable. Yo prefiero enfocarlo de otro punto de vista: impedir el acceso a la universidad puede perfectamente ser una solución a un problema de acción colectiva. Imaginémonos por un momento que todos los estudiantes, si pudiéramos escoger, preferimos no tener clases y marchar, pero que si hay clases, preferimos asistir a marchar. Como los incentivos individuales que se le presentan a cada estudiante lo llevarían a asistir a clases si hay, lo que ocurre es que nadie marcha (para un ejemplo de esta situación, véanse el lunes 19 o martes 20), a pesar de que eso es lo que quieren. Entonces las trancas surgen como una solución a este problema: obligan a la cancelación de clases y exámenes y por tanto permiten al estudiantado ejercer su verdadera preferencia.

Claro, este planteamiento está plagado de suposiciones que pueden ser falsas: no sé si la mayoría prefiere marchar que ir a clases, ni sé si la gente que prefiere tener clases le gustan mucho más las clases de lo que gusta a los marchistas marchar, etc. ; pero sin embargo me parece un planteamiento lógicamente consistente. Las trancas realizadas por los iluminados, en nombre de los estudiantes, al forzar la cancelación de clases permiten a los estudiantes marchar sin preocuparse, lo cual es lo que quisieran hacer si pudieran expresarlo.

Esto no justifica de modo alguno, eso sí, trancas de autopista ni nada por el estilo, de hecho, la idea me desagrada profundamente. Ahí no estás resolviendo un problema de acción colectiva, simplemente estás buscando el mayor impacto mediático con la menor cantidad de gente posible.

1 comentario:

Andrés F. Guevara B. dijo...

Está bien lo que planteas, Igor. Tal vez tu enfoque va más hacia una perspectiva economicista de las trancas. Y desde allí consideras que la relación precio / valor de la actitividad se hace rentable.

Yo parto de un punto más idealista y de la suposición de que la mayoría de los estudiantes, presos de una especie de nihilismo, les da lo mismo marchar o no marchar, protestar o no protestar. Siempre y cuando puedan permanecer en el status quo en el que viven.

Es más, me atrevería a decir que salvo un puñado de personas que sinceramente se preocupan por el futuro del país, la masa estudiantil ha tomado las protestas como una nueva actividad social, como la salida del viernes: se conoce gente, mujeres, hombres; se tienen más amigos en facebook; incluso las batallas contra las autoridades del Estado han sustituido las jornadas con el Wii.

Y todo, como tú dices, supeditado al impacto mediático.

No es broma y aunque parezca una ironía, esta circunstancia me preocupa del todo.

No me extiendo más.

Un abrazo,

Tupi