jueves, 24 de febrero de 2011

Choques culturales

Llevo un tiempazo sin escribir, pero me he dicho a mi mismo que voy a rectificar y eso estoy haciendo. El tema de hoy es el asunto de los choques culturales. Es un término que detesto porque muy raramente es apto para describir las situaciones. Hay gente que piensa que porque uno viene de una cultura distinta uno se va a sorprender de las diferencias. Es lo que quieren decir con lo de choque; una sorpresa, una confrontación violenta de ideas.

Lo que a algunos se les parece olvidar es que en el mundo existe la televisión y el cine, ambos dominados por la anglosfera. Por mucho que la tele no refleje exactamente la realidad, le da a todo Cristo* una buena idea de como es la cultura de estas tierras. A la gente no le gustarán los estereotipos pero a mi me parecen de lo más útiles: te dan una idea de que esperar de la gente.

El caso entonces es que choques culturales, bueno, pocos. Fricciones, pues eso es otra vaina. Esto de tratar a mis profesores de tú, de referirse a todo el mundo por su nombre en vez de su apellido, me da en la madre. Lo del "political correctness" tiene su lógica, pero significa que hay gente con la cual uno tiene que andar pensando sobre cada cosa que uno dice antes de decirla, gente con la que uno simplemente no puede ser honesto por evitar que te pongan mala cara. Y así sucesivamente. Una vez me pararon un peo por poner mis pies sobre una mesa de la cual recientemente habíamos dejado a comer, como si unos pies dejaran una marca de suciedad indeleble que corrompe en perpetuidad la higiene de la mesa. Pero choques, choques choques, por favor.

*de paso, ¿el Cristo de todo Cristo lleva mayúscula o porque se refiere a todos es un cristo disminuido?

sábado, 18 de septiembre de 2010

Pobre turismo

Ok, ok, llevo tiempo sin escribir. Creo que Venezuela es simplemente un lugar más inspirador que Inglaterra; un país donde las cosas funcionan no me da mucho de que quejarme. De hecho, hoy ni siquiera voy a hablar de mi vida por acá, sino de algo que me di cuenta viajando.

No por restregarles en la cara lo mucho que he viajado, pero en lo que va de año he ido a (en orden): Milan, Venecia, Barcelona, Londres (me queda al lado por amor a Cristo), ciudades varias de Sicilia, Roma, Nápoles, Pompei, Estambul, Bruselas y Amsterdam. En resumen, he visto que jode, y me he dado cuenta de algo. La pobreza de un lugar está intimamente relacionada con cuanto me va a gustar. Ignorando por un momento las atracciones intrínsecas de un lugar, estoy mucho más a gusto en una ciudad rica (Bruselas, digamos) que en una pobre en realidad (Palermo) o en apariencia (Milan, que tiene un Metro muy a la zaga del de Caracas).

Creo que vivir en Caracas ha hecho imposible que vea algo pintoresco en la pobreza, que la considere algo interesante en vez de algo repugnante (ojo, el estado de pobreza, no la gente pobre). Ver a un muchacho de 13 años vender cotufas en la calle a las 3 de la mañana (Estambul, dicho sea de paso aparte de lo del trabajo infantil no es mala idea) no me puede parecer cuchi, me es imposible conseguirle valor turístico alguno al ausnto. Para los europeos, es algo exótico, triste quizás, pero definitivamente interesante. Pero uno se va de viaje para escaparse de su realidad, para ver algo que no puede ver en casa. Y de calles sucias, casas deterioradas, tráfico constante y urbanismo deficiente ya he visto de sobra,

domingo, 23 de mayo de 2010

Homosexuales, judíos, sincalistas y comunistas

La enfermedad inglesa se pone peor a medida que la temperatura sube. Estos días está haciendo como 25 grados afuera, y el comportamiento extraño abunda. Varias señales vi en el camino al supermercado ayer.

Primera señal, gente descalza en la calle. No, no el clochard (de paso, en venezolano usamos recogelatas pero si no hay latas que recoger que viene a ser esta gente?) que estaba haciendo abdominales apoyado contra un pipote de basura. No, es gente perfectamente normal que anda caminando descalza por la calle, gente que veo en la biblioteca casi todos los días. Inexplicable, ya con la profileración de cholas tengo problemas.

Segunda señal es el asiático que anda no sólo descalzo pero sin camisaa haciendo compras en el supermercado. Por mi tiene pleno derecho de hacer lo que le viene en gana con su cuerpo. Eso sí, yo tengo mi derecho a mirarlo con caro de desaprobación, pa que no empiece a pensar que lo que está haciendo es conducta de gente civilizada. Y eso hice, pero para mi sorpresa nadie me apoya. Cómo vamos a controlar esta conducta aberrada sin presión social?

La tercera señal tiene que ver con el grupo que protesta por derechos animales en frente al teatro. Tristemente protestar por una causa ridícula y decir que Oxford es un lugar de muerte y sufrimiento no es algo que tiene que ver con las inusitadamente altas temperaturas, esos idiotas están ahí todos los sábados. El caso es que les paso al lado y oigo a un señor hablando con los manifestantes. Tristemente no oí más que estas cuatro palabras: "Homosexuales, judíos, sincalistas y comunistas". Serán ellos los responsables de todo esto?

lunes, 10 de mayo de 2010

Aberrado y contranatura

Yo no bailaba nunca en Venezuela. No soy particularmente bueno, y por eso no lo disfruto particularmente. De paso, es la misma razón por la que no juego deportes: simplemente no es divertido hacer algo en lo que apestas. No se preocupen que el aire inglés no me ha hecho cambiar estos principios. Au contraire, ha confirmado mis tendencias anti-baile.

Les explico. Bailar en la madre patria podía ser cansón y rara vez me sometería voluntariamente a oír la música que generalmente acompaña al baile. Pero tenía un gran beneficio: podías estar cerca de una mujer, menos de medio metro sería la distancia más común. No que sea un pervertido, pero no es nada desdeñable.

Acá, mientras tanto, la música no sólo es (aún) peor. Tampoco es asunto de que la gente baila tan mal que causa pena ajena, o que la mujer inglesa promedio es feíta y viste terrible (pondría fotos pero es de mal gusto). Lo que me mata acá es la distancia. 3 metros es la distancia estándar de baile, y en mi experiencia no hay cantidad de alcohol que la reduzca. Y tampoco es que estés garantizado de estar a tres metros de una persona del sexo opuesto. No vale, puedes estar a tres metros de cualquiera: hombre, mujer, amigo, extraño, todo da igual. Pareciera que la gente encuentra placer en el mero acto de bailar, no en el hecho de estar bailando con alguien. Es una conducta aberrada y contranatura. He dicho.

domingo, 2 de mayo de 2010

Amateurs de sol

Llegó la primavera a Europa y con ella uno de esos divertidos choques culturales que tanta gracia nos hacen. Aunque ya volvió a la normalidad de un cielo permanentemente nublado, hubo un par de semanas en las que hubo un solazo impresionante. Con el sol también viene la reacción del europeo; la desesperada búsqueda de poner piel en contacto con sol que lleva a la gente a andar en ropa de playa aunque hagan 12 grados afuera.

La cultura venezolana es una cultura de sombra, sin duda. Hasta en mi querida Caracas, donde estar en el sol no necesariamente implica sofocarse del calor, nos agrada el sol, sí, pero de lejitos. Nadie sale sin necesidad de la sombra, y hay alguna clase de pudor acerca de usar ropa playera fuera de la playa.

Acá mientras tanto existe un cultura que en ausencia de sol tiene escasa idea de qué hacer cuando aparece. Las cosas grotescas que suceden: la gente medio insolada, el uso abusivamente frecuente de cholas, sandalias y afienes, los pantalones blancos cual mafioso cubano, la ropa que revela lo que debe permanecer para siempre oculto, los inapropiados lentes de sol; yo creo que es por falta de costumbre. Estoy en presencia de amateurs solares a los que aún les falta mucho por aprender.

lunes, 22 de febrero de 2010

Advertencia sobre los chistes

Aclaratoria dispensable (en el sentido de opuesto de indispensable, porque poca falta hace): Lo que sigue no está basando en nadie en particular, entonces no se ofendan.

Hay dos grandes formas de contar un chiste. La forma seria, civilizada, es contar tu chiste con relativa calma. Quizás una tímida sonrisa sugiera que lo que estás diciendo es gracioso, o tu tono de voz invita a la comicidad. Al terminar tu relato, esperas a ver si produjo la reacción deseada en la audiencia. Sólo después de oír la risa de los demás es que debes reírte. Al menos que andes con el gafo subido, en cuyo caso se te perdona todo.

La otra forma de contar un chiste es poco educada, ruin, e indicativa de algún nivel de deficiencia mental. En vez de sugerir que estás intentando ser chistoso, sientes la necesidad de anunciarlo a todo el que esté a veinte metros de distancia. Gesticulas en exceso, pones una inmensa sonrisa de pendejo, y sueltas carcajadas antes de terminar. Al culminar tu tortura a quienes te rodean, no contento con la pena ajena que infligiste, sueltas una estupenda risotada, que por muy mala que sea la broma obliga alguna clase de reacción en quienes te rodean. Nada de sonido de timbales para un chiste fracasado, no, tu actitud exige algo por muy falso que sea. Debo acotar acá que yo no soy de fácil reír, con el sufrimiento causado por la risa no sentida es particularmente agudo.

Si te sentiste aludido por el tercer párrafo de esta brillante epístola, analízate un momento. Aún tienes tiempo de cambiar.

viernes, 12 de febrero de 2010

La buena vida

Mi rutina diaria, cuando no cocino en mi casa, involucra comerme un sandwich (o como lo llaman acá una baguette*) en una tienda manejada por franceses en la que por lo general la comida es excelente. Hace poco pedí una sopa de cebolla, que llevé cuidadosamente los 10 minutos de caminata hasta la biblioteca para poder tomarla con calma, ansiosamente esperando poder deglutir una de mis comidas favoritas. Me terminó mi sopa y voy a mi prepa, dónde me consigo con un amigo que me pregunta qué tal estuvo.

- Sumamente decepcionante, digo yo, me aurrinó el día.

- Debes llevar una muy buena vida, interjecta una chama, si una mala sopa te aurrina el día.

Lo cual me pareció muy cómico, además de cierto. Aunque en mi defensa, la sopa sí fue sumamente decepcionante. La cebolla no estaba caramelizada, no tenía ese sabor que deja el alcohol cuando se evapora, y algún idiota decidió que llevaba romero y un bojote de pimienta. A mi además me encanta la sopa de cebolla, y tenía grandes expectativas que se fueron al piso con aquel vil brebaje. Quizás sea indicativo de que las cosas me van bien por acá, pero sin duda fue lo peor que me pasó ese día.

*Tema separado, pero esto de los nombres de carne-entre-dos-pedazos-de-pan es rarísimo. En ningún país lo llaman en su propio idioma: aparentemente una comida tan común necesita el uso de una palabra importada para sentirse exótica.