viernes, 10 de julio de 2009

Injusticias burocráticas

Últimamente me he pasado un buen rato en colas esperando a que los dioses de la burocracia me concedan el exquisito privilegio de su gozar de su atención. La verdad es que no ha sido una experiencia particularmente desagradable, porque al menos disfruto de los ratos en cola para leer. O al menos eso intento. En estos momentos estoy leyendo algo particularmente denso que requiere un nivel medianamente alto de atención, y un hábito venezolano que era causa más de pena que de otra cosa ha pasado a ser una irritación.

Hablo de la incapacidad de preparse adecuadamente para una cola. Si sabes que vas a estar un buen rato esperando, una persona racional trae su IPod, un libro, un amigo, un sudoku o crucigrama, el periódico, ALGO que ayude a lidiar con el tedio de un largo rato parado viéndole la espalda a la persona que tienes en frente. Pero no. El venezolano ha decidido torturar a los que planificamos nuestra cola con un incesante parloteo acerca de temas banales, un parloteo nacido por supuesto del más profundo ocio. Es injusto con nosotros los lectores, pero me siento obligado a buscar alguna clase de explicacion. Ahí van, de más perdonable a menos:
  • Te quitaron tu medio de entretenimiento: Ya sea porque te lo robaron en el camino, o por la creencia que cualquier aparato electrónico es un peligro a la dignidad consular te preparaste para tu cola pero las circumstancias conspiraron en tu contra. Te compadezco. Tienes derecho a quejarte con quien te pase por delante de la injusticia del mundo.
  • Incapacidad: No sabes leer y no tienes para comprarte un IPod. O tienes mala vista y no has conseguido lentes (que honestamente son bien caros). No creo que sean muchos, especialmente en lugares como consulados, pero merece compasión quien no le queda más que hablar para manejar el embrutecimiento inducido por una larga espera.
  • Optimismo infundado: Todos hemos caído en esta. Te dijeron que la cita era a las 10 y media y llegamos justo a la hora para no tener que esperar, y resulta que todavía no han atendido a la persona de las 9. O la última vez te tardaste 5 minutos y albergas la esperanza que se repetirá. Entonces no trajiste nada para distraerte. Tener esperanzas en la eficiencia de una burocracia es, en palabras de Rosales, pedirle peras al horno, pero al menos tenías el corazón dónde es. Tu aburrimiento podría verse como una lección para el futuro, pero algún nivel de simpatía mereces.
  • Descuido: Simplemente se te olvidó que tenías que traer algo, o saliste apurado y se te olvidó. Es medio cretino pero nos pasa a los mejores.
  • Placer: Te gusta esperar. Seguramente debe ser alguna clase de enfermedad mental, en cuyo caso no me siento bien juzgando. O te divierten las cosas que pasan en las colas. Por ejemplo, el otro día la gorda en frente mía en la cola de información pregunta como hace para casarse. Pero es gay dice. Obviamente la gallega de información le dice que igual que los demás, no es que hay la cola separada para homosexuales, un ayuntamiento lésbico de Madrid, o un subsidio para matrimonios entre gordas feas. El caso es que al irse la gorda la gallega pone una cara, más por lo idiota de la otra mujer que por otra cosa supongo. Yo me río. Me pregunta porqué. Y me bloqueo. No digo nada y quedo como un idiota. Bueno, al final salí con un cuento simpático de mi cola y quizás hay gente que no se prepara para su cola para poder captar todas las curiosidades del lugar.
  • Soledad: Ya entramos en lo patético. No tienes amigos y te ves obligado a buscar contacto humano hablándole a la gente en las colas. Procedes a revelar por lo insufriblemente tedioso de tu conversa porqué estás solo en este mundo.
  • Buscar pareja: No consigues novia por medios convencionales, entonces decides atacar mientras están esperando. Como sabes que no se van a poder escapar por miedo a perder su puesto, tienes garantizado que algo te pararán. Eso, o eres un romántico que le encanta el cuento de cómo tus padres encontraron el amor en la cola para un concierto Simon & Garfunkel, o algo así. No te compadezco, lo que haces es violación conversacional.
  • Falta de empatía o delirios de grandeza: En el mal sentido de ambos términos. No tienes la capacidad de comprender que a nadie le interesa lo que estás diciendo, entonces hablas sin parar. Delirios de grandeza sería que crees que la gente se encuenta fascinada por tu locuacidad, y sientes que es tu obligación con el mundo compartir tu increíble don. No merecen simpatía alguna pero al menos tienen el atenuante de que no están conscientes de lo que hacen.
  • El qué dirán: Valoras tu imagen de simio que nunca tocaría un libro, y quieres impedir a toda costa adquirir la reputación de persona pensante. Por eso jamás estarías en público realizando algo que requiere actividad neuronal, y para distraerte hablas paja. En resumen eres un idiota.
  • Te gusta joder: Te sientes ofendido, insultado, intimidado por la gente que encuentra placer en leer, o simplemente te parece pretenciosa, con lo que sientes que estás obligado a aurrinarles la experiencia. O tu mayor aspiración en la vida es hacer desperdiciar el tiempo de la mayor cantidad de gente posible en conversaciones cretinas. Debieras ser castigado con 7 días de colas en solitario.

1 comentario:

Manuel Andrés Casas dijo...

Como una persona que se gana la vida lidiando con la burocracia te digo que así son en todas... sin embargo te das cuenta con el tiempo que puedes desarrollar una patanería sutil que hace que con una mirada no te fastidien