sábado, 18 de septiembre de 2010

Pobre turismo

Ok, ok, llevo tiempo sin escribir. Creo que Venezuela es simplemente un lugar más inspirador que Inglaterra; un país donde las cosas funcionan no me da mucho de que quejarme. De hecho, hoy ni siquiera voy a hablar de mi vida por acá, sino de algo que me di cuenta viajando.

No por restregarles en la cara lo mucho que he viajado, pero en lo que va de año he ido a (en orden): Milan, Venecia, Barcelona, Londres (me queda al lado por amor a Cristo), ciudades varias de Sicilia, Roma, Nápoles, Pompei, Estambul, Bruselas y Amsterdam. En resumen, he visto que jode, y me he dado cuenta de algo. La pobreza de un lugar está intimamente relacionada con cuanto me va a gustar. Ignorando por un momento las atracciones intrínsecas de un lugar, estoy mucho más a gusto en una ciudad rica (Bruselas, digamos) que en una pobre en realidad (Palermo) o en apariencia (Milan, que tiene un Metro muy a la zaga del de Caracas).

Creo que vivir en Caracas ha hecho imposible que vea algo pintoresco en la pobreza, que la considere algo interesante en vez de algo repugnante (ojo, el estado de pobreza, no la gente pobre). Ver a un muchacho de 13 años vender cotufas en la calle a las 3 de la mañana (Estambul, dicho sea de paso aparte de lo del trabajo infantil no es mala idea) no me puede parecer cuchi, me es imposible conseguirle valor turístico alguno al ausnto. Para los europeos, es algo exótico, triste quizás, pero definitivamente interesante. Pero uno se va de viaje para escaparse de su realidad, para ver algo que no puede ver en casa. Y de calles sucias, casas deterioradas, tráfico constante y urbanismo deficiente ya he visto de sobra,

domingo, 23 de mayo de 2010

Homosexuales, judíos, sincalistas y comunistas

La enfermedad inglesa se pone peor a medida que la temperatura sube. Estos días está haciendo como 25 grados afuera, y el comportamiento extraño abunda. Varias señales vi en el camino al supermercado ayer.

Primera señal, gente descalza en la calle. No, no el clochard (de paso, en venezolano usamos recogelatas pero si no hay latas que recoger que viene a ser esta gente?) que estaba haciendo abdominales apoyado contra un pipote de basura. No, es gente perfectamente normal que anda caminando descalza por la calle, gente que veo en la biblioteca casi todos los días. Inexplicable, ya con la profileración de cholas tengo problemas.

Segunda señal es el asiático que anda no sólo descalzo pero sin camisaa haciendo compras en el supermercado. Por mi tiene pleno derecho de hacer lo que le viene en gana con su cuerpo. Eso sí, yo tengo mi derecho a mirarlo con caro de desaprobación, pa que no empiece a pensar que lo que está haciendo es conducta de gente civilizada. Y eso hice, pero para mi sorpresa nadie me apoya. Cómo vamos a controlar esta conducta aberrada sin presión social?

La tercera señal tiene que ver con el grupo que protesta por derechos animales en frente al teatro. Tristemente protestar por una causa ridícula y decir que Oxford es un lugar de muerte y sufrimiento no es algo que tiene que ver con las inusitadamente altas temperaturas, esos idiotas están ahí todos los sábados. El caso es que les paso al lado y oigo a un señor hablando con los manifestantes. Tristemente no oí más que estas cuatro palabras: "Homosexuales, judíos, sincalistas y comunistas". Serán ellos los responsables de todo esto?

lunes, 10 de mayo de 2010

Aberrado y contranatura

Yo no bailaba nunca en Venezuela. No soy particularmente bueno, y por eso no lo disfruto particularmente. De paso, es la misma razón por la que no juego deportes: simplemente no es divertido hacer algo en lo que apestas. No se preocupen que el aire inglés no me ha hecho cambiar estos principios. Au contraire, ha confirmado mis tendencias anti-baile.

Les explico. Bailar en la madre patria podía ser cansón y rara vez me sometería voluntariamente a oír la música que generalmente acompaña al baile. Pero tenía un gran beneficio: podías estar cerca de una mujer, menos de medio metro sería la distancia más común. No que sea un pervertido, pero no es nada desdeñable.

Acá, mientras tanto, la música no sólo es (aún) peor. Tampoco es asunto de que la gente baila tan mal que causa pena ajena, o que la mujer inglesa promedio es feíta y viste terrible (pondría fotos pero es de mal gusto). Lo que me mata acá es la distancia. 3 metros es la distancia estándar de baile, y en mi experiencia no hay cantidad de alcohol que la reduzca. Y tampoco es que estés garantizado de estar a tres metros de una persona del sexo opuesto. No vale, puedes estar a tres metros de cualquiera: hombre, mujer, amigo, extraño, todo da igual. Pareciera que la gente encuentra placer en el mero acto de bailar, no en el hecho de estar bailando con alguien. Es una conducta aberrada y contranatura. He dicho.

domingo, 2 de mayo de 2010

Amateurs de sol

Llegó la primavera a Europa y con ella uno de esos divertidos choques culturales que tanta gracia nos hacen. Aunque ya volvió a la normalidad de un cielo permanentemente nublado, hubo un par de semanas en las que hubo un solazo impresionante. Con el sol también viene la reacción del europeo; la desesperada búsqueda de poner piel en contacto con sol que lleva a la gente a andar en ropa de playa aunque hagan 12 grados afuera.

La cultura venezolana es una cultura de sombra, sin duda. Hasta en mi querida Caracas, donde estar en el sol no necesariamente implica sofocarse del calor, nos agrada el sol, sí, pero de lejitos. Nadie sale sin necesidad de la sombra, y hay alguna clase de pudor acerca de usar ropa playera fuera de la playa.

Acá mientras tanto existe un cultura que en ausencia de sol tiene escasa idea de qué hacer cuando aparece. Las cosas grotescas que suceden: la gente medio insolada, el uso abusivamente frecuente de cholas, sandalias y afienes, los pantalones blancos cual mafioso cubano, la ropa que revela lo que debe permanecer para siempre oculto, los inapropiados lentes de sol; yo creo que es por falta de costumbre. Estoy en presencia de amateurs solares a los que aún les falta mucho por aprender.

lunes, 22 de febrero de 2010

Advertencia sobre los chistes

Aclaratoria dispensable (en el sentido de opuesto de indispensable, porque poca falta hace): Lo que sigue no está basando en nadie en particular, entonces no se ofendan.

Hay dos grandes formas de contar un chiste. La forma seria, civilizada, es contar tu chiste con relativa calma. Quizás una tímida sonrisa sugiera que lo que estás diciendo es gracioso, o tu tono de voz invita a la comicidad. Al terminar tu relato, esperas a ver si produjo la reacción deseada en la audiencia. Sólo después de oír la risa de los demás es que debes reírte. Al menos que andes con el gafo subido, en cuyo caso se te perdona todo.

La otra forma de contar un chiste es poco educada, ruin, e indicativa de algún nivel de deficiencia mental. En vez de sugerir que estás intentando ser chistoso, sientes la necesidad de anunciarlo a todo el que esté a veinte metros de distancia. Gesticulas en exceso, pones una inmensa sonrisa de pendejo, y sueltas carcajadas antes de terminar. Al culminar tu tortura a quienes te rodean, no contento con la pena ajena que infligiste, sueltas una estupenda risotada, que por muy mala que sea la broma obliga alguna clase de reacción en quienes te rodean. Nada de sonido de timbales para un chiste fracasado, no, tu actitud exige algo por muy falso que sea. Debo acotar acá que yo no soy de fácil reír, con el sufrimiento causado por la risa no sentida es particularmente agudo.

Si te sentiste aludido por el tercer párrafo de esta brillante epístola, analízate un momento. Aún tienes tiempo de cambiar.

viernes, 12 de febrero de 2010

La buena vida

Mi rutina diaria, cuando no cocino en mi casa, involucra comerme un sandwich (o como lo llaman acá una baguette*) en una tienda manejada por franceses en la que por lo general la comida es excelente. Hace poco pedí una sopa de cebolla, que llevé cuidadosamente los 10 minutos de caminata hasta la biblioteca para poder tomarla con calma, ansiosamente esperando poder deglutir una de mis comidas favoritas. Me terminó mi sopa y voy a mi prepa, dónde me consigo con un amigo que me pregunta qué tal estuvo.

- Sumamente decepcionante, digo yo, me aurrinó el día.

- Debes llevar una muy buena vida, interjecta una chama, si una mala sopa te aurrina el día.

Lo cual me pareció muy cómico, además de cierto. Aunque en mi defensa, la sopa sí fue sumamente decepcionante. La cebolla no estaba caramelizada, no tenía ese sabor que deja el alcohol cuando se evapora, y algún idiota decidió que llevaba romero y un bojote de pimienta. A mi además me encanta la sopa de cebolla, y tenía grandes expectativas que se fueron al piso con aquel vil brebaje. Quizás sea indicativo de que las cosas me van bien por acá, pero sin duda fue lo peor que me pasó ese día.

*Tema separado, pero esto de los nombres de carne-entre-dos-pedazos-de-pan es rarísimo. En ningún país lo llaman en su propio idioma: aparentemente una comida tan común necesita el uso de una palabra importada para sentirse exótica.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Pendejadas feministas

Llevo excesivo tiempo sin escrbir acá, pero ha llegado la hora de rectificar hablando dos cosas que no entiendo sobre las mujeres. Mejor dicho, dos nuevas cosas que no entiendo porque hay muchas cosas que llevaba tiempo sin entender, y estas son de más reciente data.

Caminando en las frías noches inglesas, con mucha frecuencia tu vista se ve aturdida por mujeres con piernas deformes paseando con minifaldas, mostrando sus extremidades tan similares a jamones colgando en una charcutería. Confiésoles que esto pasaba en Venezuela, pero nunca con tanta frecuencia, con tanto descaro, y nunca en la madre patria hacen dos grados afuera (lo cual para más inri agrega el efecto piel de gallina a unas piernas de por sí nada agradables). Con honestidad no me explico para qué estas pobres almas pasan frío para asquear a cada hombre que les pasa por delante. Quizás el frío tenga algún efecto terapeútico sobre la celulitis, y erróneamente crean que esta terapia de choque resolverá el problema.

Mi otra preocupación se relaciona con baños de mujeres en lugares públicos. ¿Alguien sabrá decir porqué los arquitectos de este planeta decidieron que los baños de mujeres deben ser del mismo tamaño que los de hombres? Será un triste legado de aquella época en que la población femenina rara vez salía de la casa, pero ha llegado la hora de arreglarlo. Lor orinales ocupan mucho menos espacio que las pocestas, y las mujeres sin duda cuidan mucho más su aspecto personal, lo cual naturalmente nos llevaría a pensar que los baños de damas han de ser mucho más grandes que los de caballeros. Pero no lo son, con la trsite consecuencia de colas interminables para mujeres, y una esperadera innecesaria para sus acompañantes.