domingo, 14 de junio de 2009

Complejidades telefónicas: de cumpleaños y velorios

Entre el chat, el BlackBerry, y el mensajito de texto la vulgar llamada ha perdido bastante importancia. Aún así hay ocasiones para las cuales la llamada es indispensable. Para los cumpleaños hay una jerarquía clara. A los conocidos lejanos se les escribe por Facebook, como para notificar que te acuerdas de su existencia. A los conocidos punto un mensajito de texto, tiene el significado añadido de que no sólo te recordaste sino que tienes su número o te preocupaste en buscarlo. Ya a los amigos se les llama.

La llamada de feliz cumpleaños, al menos las que he hecho, son unas llamadas bastante raras. Yo cuando menos no sé como responder cuando me llaman en mi cumpleaños:

- "Aló"
- "Epa Igor, ¿como andas?"
(Aquí viene la pregunta: ¿será que no se acuerda, estará llamando por otra vaina?)
- "Bien vale ¿tú?"
(Termina de decir feliz cumpleaños y deja de hacerte el interesante cretin@)
- "De pinga chamo."
(Silencio incómodo)
- "Feliz cumple, chamo."
- "Gracias vale"
(Ok, si se acordó. Ahora me pongo a pensar en si hay algo más interesante de decir que gracias. Nunca he entendido la necesidad de esas gracias igual. Generalmente sigue más silencio. Las dos personas piensan si quieres verse la cara esta noche o si tienen mejores planes)
- "¿Y qué vas a hacer?"
(¿Invitar o no invitar? ¿Cuadrará con la otra gente, o será un encuentro de mundos seinfeldiano? ¿Eventos separados por grupo de amigos? ¿O simplemente me da flojera celebrar el día?)
- "Creo que nada, me da flojera."
(Vía del mínimo esfuerzo)
- "Que aburrido."
(Que te coja un burro)
- "Chao."

Honestamente provoca compactar toda la conversación en contestar con un:

- "Epa, gracias por acordarte, en mi casa desde las 9, un saludo. Preguntas por mensajito por favor."
(Trancar)

Cuando llama uno tampoco sabes que decir. Está la presión de ser original con las felicitaciones, de tratar de diferenciar tu llamada de las docenas que recibe la gente. El baile delicado de averiguar si estás invitado a cualquier evento, y de buscar no recibir invitación cuando tienes otros planes. El silencio al procesar si los amigos de la persona en cuestión te caen tan bien como para pasar una noche con ellos. Si no te caen bien poner una noche aburrida en la balanza con lo bien que te cae la persona. La presión de inventar una excusa convincente. Para ser algo tan cotidiano, algo que pasa todos los años (el mismo día y todo) está repleto de trampas sociales.

Las llamadas natalicias se parecen bastante a las de pésame. Conversación telefónica más incómoda que esa no hay. Intentar ser original está destinado al fracaso, y si lo logras existe un alto riesgo de decir algo inapropiado. Si la llamada se prolonga mucho corres el terrible riesgo de enterarte de los detalles de la muerte, algo que de lo cual ni tú ni la persona del muerto (debe haber una palabra pero se me escapa) quieren hacer, pero a veces sucede por la necesidad de prolongar la conversación más de lo necesario. Otra vez, creo que estaríamos todos mejor con llamadas tipo contestadora.

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