miércoles, 5 de agosto de 2009

Aventuras burocráticas

Con mi salida del país acercándose me he visto obligado a pasar una tajada fastidiosa de mi tiempo haciendo trámites. Hoy por ejemplo me volví a sacar la cédula porque cambié de firma; en la foto sale una cabeza flotante cual fantasma de Harry Potter porque llevaba una camisa amarilla que la cámara de la ONIDEX no sabe diferenciar de blanco. Sumado eso a mi palidez natural... dejémoslo en que hay mucho blanco en la foto. Pero el punto no es ese.

Supongo que la gente que hace trámites públicos todos los días, como mis amigos pasantes de abogado que mucho compadezco, no se detiene a fijarse en pendejadas. A mi me ha dado por ahí. No pretendo que mis lo que diré sea original, honestamente lo dudo mucho, pero creo que el trabajo de burócrata juega mucho con la mente de las personas.

Todo burócrata, por muy insignificante que sea su función, se siente investido de una especial dignidad. Más temprano hoy la posibilidad de que alguien haya vendido su puesto en la cola desató la furia divina de la onidexista de turno. La simple idea de que ella, representante que una de las más dignas oficinas del Estado, pudiera coludir en tan horroroso acto de corrupción (que no es corrupción, y tampoco veo que tiene de malo) pareció atacar lo más profundo de su ser. Lo mismo pasa si osas sugerir que sabes más que la persona que te está atendiendo. En el mejor de los casos, tienes que repetirte tres veces para que crean que, quizás, dijiste algo coherente; normalmente simplemente te ignoran; y en el peor de los casos se ofenden y te joden. Lo que me parece peor es que medio entiendo su actitud. Pónganse en sus zapatos. Tu vida laboral entera gira alrededor de cumplir unas funciones rutinarias y estrictamente limitadas. Te sugieren, descaradamente, que ni siquiera tus muy limitadas funciones las puedes hacer bien. ¿No te arrecharías?

Otra cosa que me preocupa de la mente burocrática es el sentimiento de impotencia que produce, no el solicitante, sino en el mismo burócrata. El burócrata tiene que cumplir una función muy limitada y claramente definida. No puede hacer nada que se salga de eso. De hecho, puede que le parezcan absurdas muchas de las cosas que tiene que hacer. Por eso creo que se molestan tanto cuando les pides algo que no pueden hacer, les echa en cara su impotencia. Algunos en serio serán unos pendejos que no quieren ayudar, pero prefiero creer que descargan en los peticionarios su frustración por no poder ayudar.

Algo que al menos a mi me pasa con mucha frecuencia es el ping-pong oficinesco. Que esto no es acá, sino allá, y cuando vas para allá te dices que es en otro lado, que a la vez te dice que era en lugar que fuiste de primero, que obviamente ya cerró. Uno piensa que lo hacen con mala intención, pero la clave al asunto es que el burócrata odia su trabajo. Yo también lo odiaría. Por eso, quiere trabajar lo menos posible y se trata de deshacer de las personas en vez de ayudar.

No dudo que existan Cretinos, así con "c" mayúscula, que expresan su odio al mundo explotando al máximo la mínima cuota de poder que tienen. Pero prefiero tener fé en las personas, y creer que es la naturaleza de su trabajo lo que hace del burócrata lo que es. Por eso, tenemos que darle gracias a las computadoras, que han reducido considerablemente el número de personas que tienen que dedicarse a llenar planillas y sellar papeles en este mundo. Luchemos contra la corrupción, sí, pero no me parecería raro que algunos burócratas caigan en ella, no tanto por el dinero, sino para superar el tedio de su trabajo, para ponerle un poco de picante al papeleo. Mejoremos, un pelo al menos, nuestra actituda hacia ellos. Yo cuando menos trato de enfrentarme con una sonrisa al burócrata, con mucha frecuencia burlona, pero que espero que revele algún sentimiento de complicidad. Y por último, si algo debiera motivarnos luchar contra la expansión del Estado es el triste destino del burócrata.

No hay comentarios: