jueves, 19 de febrero de 2009

Viajemos

Lo hago todos los días, y hoy lo cronometré en detalle. 45 minutos de mi vida, ida y vuelta de la universidad.

11 minutos: Caminar de mi casa al metro de la Previsora. Atracciones: las meretrices locales, si tienes suerte de dicen "Ese papi", lo cual te permite sentirte superior 10 segundos antes de digerirlo bien (Minutos 0 a 3); El tramo de minuto y medio que huele a cloaca, y llevan dos años sin arreglar (Mnutos 3 a 5, las meretrices evitan el olor); el pozo de porquerías que se forma en cierto tramo de la calle, y hay que saltar para no ensuciarte (Minuto 8); el galpón misterioso que están construyendo (Minuto 8); sobrevivir el cruce de calle (Minuto 9); el hombre inmensamente obeso del kiosco frente la Previsora (Minuto 10); la persona del Primera Hora (Minuto 11, ojo, no tiene que ver con la persona normalmente fea sino con el periódico).

6 minutos: Transferencia subterranea. Atracciones: las masas de personas esperando en Plaza Venezuela; los empujones en el camino; la música de segunda (Presencias constantes en todo el recorrido).

5 minutos: Esperar al metro (tiempo medio). Atracciones: el viento cuando llega el metro (Minuto 22); el manoseo para entrar (Minuto 22); la carrera para conseguir asiento (Minuto 22); el libro que voy leyendo (Minutos 0 a 45, solo que ahora es que comienzo a no tener distracciones); el pendejo (o la pendeja) que siempre me menciona que tengo el bulto abierto ("Si yo sé huevón, tengo el bulto abierto porque me viene en gana, si te hace feliz lo cierro"... me muero un poco cada vez que me lo dicen, generalmente allá por el Minuto 20 cuando te agarraron confianza Dios sabe de donde).

23 minutos: Viaje de metro en sí. Atracciones: el libro que voy leyendo. Molestias innecesarias: los raperos que cantan y después piden dinero; los sordos que te dan una hojita de papel mal impresa y sucia y después te piden dinero; los drogadictos recuperados que te dan una estampita de algún santo y después te piden dinero; los tullidos que te cuentan sus sufrimientos y te piden dinero; los criminales, que al menos tienen el consuelo de que no te ladillan mucho antes de pedirte dinero (generalmente estas criaturas se presentan allá por el minuto 35); la gente que oyé música desde sus celulares sin audífonos (al menos no piden dinero, aunque mejor no darles la idea); la gente de colegios militares que siente la necesidad de hablar demasiado alto y obligarme a pararme de mi asiento para no compartir espacio con ellos; las licras exageradamente inapropiadas que no puedes dejar de ver; el ebrio hablando pistoladas; la gente que te ve leyendo y porque no trajeron nada siente la necesidad de conversar sobre nimiedades.

Termina bajándome del metro, y subiendo escaleras hasta llegar a la universidad.

1 comentario:

Toto dijo...

El minuto de atracciones por el viento del metro: love it! Debe ser malisimo para la salud pero siempre me parece genial