jueves, 30 de julio de 2009

Calvos del mundo: ¡Uníos!

Viendo "John Adams" me di cuenta que los primeros años de los Estados Unidos eran una era dórada para sus calvos. Era una época en que la calvicie no podía ser mal vista, en que los calvos eran iguales a quienes tenían la suerte de poseer una abundante cabellera. Posteriormente pasaría de moda el instrumento de nuestra liberación, y volveríamos a la cruel opresión que nos hace objetivo de burlas y comentarios cretinos de cualquier persona.

Os preguntaraís: ¿qué herramienta, que instrumento mágico tiene la capacidad de eliminar esta discriminación tan injusta? Os digo, amigos míos, que la peluca es la herramienta que nos devolverá la dignidad. Hubo una época en que todo hombre que se preciara llevaba peluca, independiente del hecho que tuviera pelo propio o no. En esos hermosos tiempos, la peluca era un símbolo de clase, una manifestación física de la importancia que tenías en el mundo. Hay que volver a esos tiempos.

Os preguntaraís: ¿cómo hacemos, Zurimendi, Libertador de los Calvos? ¿Quién nos guiará en las luchas que siguen? Os propongo que formemos una coalición política, una inmensa Liga Calva, que busque rectificar los agravios históricos a los que hemos estado sometidos, que organice a los calvos del mundo en una fuerza de incalculable poder. Porque la calvicie no entiende de blanco y de negro; de cristiano, de musulmán, o de ateo; de pobre o rico; de chavista, opositor, o ni-ni: es un azote que afecta a todos por igual. Nuestra Causa es una causa auténticamente popular.

Os preguntaraís ahora: ¿qué haremos con nuestro poderío? ¿Para qué elevados propósitos usaremos nuestra influencia? Como un paso inicial, propongo que exijamos que en la foto de la cédula sea obligatorio llevar peluca. El propósito de esto es que las personas se acostumbren al uso de esta herramienta de liberación, allandando así el camino a otros logros. Después exigeremos a todo funcionario público usar peluca en el ejercicio de sus funciones. Además de popularizar su uso, les dará una dignidad de la cual, francamente, están muy necesitados. Una vez logrado esto, habremos preparado el ambiente para nuestro objetivo final: la Ley Para la Educación y Liberación del Usuario con escasez CApilar, o ley PELUCA. Ella, entre otras cosas, obligará a todo ciudadano venezolano a llevar peluca en los espacios público, so pena de que se les afeite la cabeza y les sea tatuado "Infractor" en el cuero cabelludo.

Por último, hermanos, os preguntaraís: ¿cómo lograremos superar los intereses poderosos que se organizan en nuestro contra? Amigos, os digo que teneís razón. Nuestros enemigos son muchos y poderosos. Multinacionales malvadas, como Procter, o Johnson, dependen de nuestro sentimiento de culpa e inferioridad para vender sus porquerías. Embaucadores criminales, creadores de falsas esperanzas, como la gente de Ervamatin o Rogaine, se alimentan de nuestra opresión. Empresarios peluqueros, como Carmelo o Sandro, se resistirán con todo su poderío. Veo en el futuro marchas de peluqueros por Sabana Grande, escoltados por promotoras distribuyendo muestras de Head and Shoulders. Pero venceremos.

Nosotros también tenemos fuerzas poderosas de nuestro lado. La industria de la peluca seguramente nos defenderá a capa y espada, al igual que las multinacionales del talco. Millares de personas verán en la venta de su cabellera un brillante futuro, en el cual no tienen sino que esperar que su pelo crezca para ganarse la vida. Centenares de miles de esposas de calvos verán en nuestros ideales la salvación de su matrimonio. Los hijos de calvos, conscientes de las inflexibles leyes de la genética, verán en nuestra Causa su liberación. No tenemos sino que extenderles la mano para ver como se unen a nuestra Lucha. Pero nada de esto puede sustutuir nuestra mayor fuerza: la unidad calva. Es por eso que os digo:

Calvos del mundo: ¡Uníos!

Igor Zurimendi V.
Presidente Fundador de la Liga Calva, Sección Venezuela

lunes, 27 de julio de 2009

John Adams


Ayer terminé de ver la miniserie de HBO de John Adams, y tengo que decir que se ha convertido en mi miniserie favorita (tampoco he visto demasiadas miniseries, ojo). Está extraordinariamente bien actuada (especialmente Laura Linney, que hace de la esposa de John Adams), el guión es muy bueno, y la producción es genial. Pero lo que más me gustó, quizás porque soy fanático de la historia, es el realismo de la miniserie. Fue algo que me sorprendió muy agradablemente. Tenemos- seamos venezolanos, gringos, o lo que sea- una tendencia a romantizar el pasado. La tendencia es especialmente grave para los grandes momentos de la historia como la independencia de los Estados Unidos, que se han llenado de un aura de misticismo que dista bastante de la realidad. La belleza de esta miniserie, para mi cuando menos, es que nos quiere decir algo: la verdadera historia de la Indepencia estadounidense, es distinta de la imagen idealizada que se tiene de ella. Nos hace entender, que aún sin adornos, la historia es algo increíble y hermoso.

Para comenzar con un detalle: los dientes. "John Adams" es la única serie, miniserie, película o lo que fuere con pretensiones a ser histórica en la que recuerdo que la gente tiene dientes horribles. No torcidos, amarillentos y separados; a medida que la gente envejece en la serie los dientes se les empiezan a podrir y punto. Es asqueroso, pero antes del desarrollo de la higiene dental, le pasaba a todo el mundo, y la mayor parte del cine histórico simplemente decide olvidar eso.

La esclavitud también está tratada, muy sutilmente, pero tratada. De vez en cuando, al mismo tiempo que nacen los Estados Unidos, la cámara enfoca a unos esclavos viviendo en miseria total, explotados y marginados. No sé comenta mucho, de hecho, puede que no hayan más de 5 o 6 frases acerca de la esclavitud en la miniserie, pero está ahí, presente. Te da a entender, sin explayarse en un tema que tiene poco que vez con la vida del personaje, la gran contradicción con que nació Estados Unidos.

Lo de la esclavitud se vincula con otro tema que toca la serie: la sencillez de la vida de Adams, y la diferencia entre Norte y Sur. Cuando pierde la reelección, el protagonista vuelve a su granja, a trabajar en el campo. Cuando va a Europa, no se siente a gusto con los franceses, a quienes ve como amorales y corruptos. Esto contrasta con la vida de Jefferson, otro personaje importante en la miniserie. Él sí se siente a gusto en Europa, cuando él deja de ser Presidente vuelve a una mansión llena de esclavos. Otra vez con sutileza, están las diferencias enre el Sur aristocrático, y el Norte, o más bien la Nueva Inglaterra puritana y campesina.

Pero quizás lo mejor de la serie es el sentimiento de improvisación que te deja. Los Padres Fundadores de Estados Unidos estabán improvisando, no tenían ni idea de que hacer por el simple hecho de que nadie lo había hecho antes. Ves como Adams tuvo que persuadir a los otros diputados para firmar la Declaración de Independencia (lo cual sale retratado como algo bastante díficil), como cada paso que tomaban, desde fundar un ejército a mandar misiones diplomáticas o escoger el título del jefe de Estado, era una aventura porque no habían precedentes para lo que estaban haciendo. Entiendes perfectamente como hacían cosas extraordinarias, con consciencia de saber que era algo grande pero sin tener nada claro. La aprobación de la Declaración de la Independencia no es celebrada con un aplauso estrenduoso, sino con un sentido de sorpresa y asombro por lo que estaban haciendo.

En resumen, "John Adams" logra combinar la autencidad histórica con una trama entretenida y emocionante. Lo único que puede tener malo es que a veces es demasiado auténtico, por ejemplo, cuando Adams va a Europa, compartes totalmente su opinión de que fue un desperdicio de tiempo.

miércoles, 22 de julio de 2009

Personalidades culinarias: Mujeres torta de bodas y amigos bullabesa

- ¿Y qué opinas de ella?
- Ella es como... cremosa.
- ¿Cómo así?
- Es una chama dulce y gorda. No sé, la identifico con un flan. Cremosa.

Con una conversación similar comenzó una forma de describir a las personas que me volvió a la mente hace poco. Me encanta comer, y creo que todas las personas tienen una comida que las describe. Cuando me pusieron a describir a alguien que no me cae particularmente bien, me vino a la mente la cocina molecular: una espuma de morcilla que vi en la televisión. Suena excelente y sofisticado, pero cuando lo pruebas sabe a mierda.

Y así se puede con muchas personalidades. Hay gente que es como unos camarones al ajillo; son sabrosos pero pasas el resto del día repitiendo. Algunas son como las perlitas, al menos en mi casa; casi nunca las hay pero cada vez las veo como todas las que puedo. Hay quienes son como los pimientos fritos; normalmente muy buenos pero a veces te toca uno picante que te quema la boca. Personas hay como un plato de pasta con salsa de tomate; cómodas, sin pretensiones, y que te acuerdan a tu abuelita. Conozco a gente que es como las manzanas verdes: nunca sabes cómo van a estar hasta el primer mordisco. Tengo amigos con semejanzas a una platillo al curry bien picante; te pasas todo el almuerzo peleando con el plato pero al final quedas satisfecho. Hay personas que se parecen a sopas: como la bullabesa, sabrosa, con crotones en la superficie y llena de sorpresas en el fondo; el gazpacho, sencilla y refrescante; el cup noodle, cuando no hay nada más siempre están; o la sopa de apio, simplemente un asco. Otras, tristemente pocas, son como una como un bisteck con papas fritas; lo puedes comer a cada rato sin hartarte.

Hay mujeres como una torta de bodas; sin el glaseado son un vulgar ponqué. Existen las que se parecen a una torta de chocolate; un placer pero te dejan sintiéndote culpable al final. Algunas se asemejan a un soufflé fracasado: se resisten a levantar. Existen mujeres crème brûlée; duro por fuera, blando por dentro y sabroso en general. Otras son como el bienmesabe; empalagosas, pero le gustan a medio mundo y no sé porqué.

Hay gente que es como ingredientes sin llegar a plato completo, siempre les falta algo. Conozco a gente que es como la sal; está en todo pero sola no se puede tragar. Personas que son como el limón cuando le sacas demasiado el jugo: tan ácidas que llegan a amargo. O como la mantequilla; mejora casi cualquier receta pero sin algó más no sabe a nada.

¿Y a mi? A mi me han dicho que soy una lumpia. Se me olvida el porqué. En serio.

domingo, 19 de julio de 2009

Compartido con grupo de rescate

Subiendo al Ávila nos conseguimos con una gente de amarillo, que andaban con una cámara buscando a una persona imaginaria de nombre Gregorio. Les pregunto que son y dicen que el Grupo de Rescate Venezuela. No muy original el nombre. El tema de este post tampoco es muy original. Para que estén prevenidos.

Bajando por la Cota Mil en Altamira me consigo con una de esas alcabalas de la PM que últimamente están por todas zonas de la ciudad que acostumbro pasar. Tengo esta conversación:

- Buenas noches, oficial.
- Buenas noches, sus documentos por favor.
- Déjeme abrir la puerta del carro para que se prenda la luz.
El carro es un Corsa y no sé cómo más prender las luces de adentro.
- ¿En qué trabajas?
- Estudiante.
Todos los policías por algún motivo están muy interesados en la profesión de uno.
¿Preguntarán por aburrimiento o en serio les sirve de algo?
- ¿Qué estudias?
- Economía.
Aquí me provocaba decirle que Astrofísica, pendejo, y tú,
¿que estudiaste?. Pero después seguro preguntaba que era eso y me daba fastidio contestar. O se me ofendía.
-
¿En la UCV?
- Sí.
Mentí para ver si la fascinante conversa se movía a otros temas. Desafortunadamente sí lo hizo. A todas estas consigo mis papeles. Los tengo todos.
-
¿De qué nacionalidad eres?
- Venezolano.
Tengo cara de confundido. No comprendo para que sirve esta línea de interrogación. Además esa información sale en mi cédula. Que no sea tan flojo y lea el muy polícia.
-
¿Y tus padres?
- Venezolanos tambíen. Nacidos acá y todo.
- Porque estos nombres no son de acá.
No me jodas la paciencia. Provoca preguntarle el nombre al tipo, para ver que tan venezolano es. Porque seguro García es un apellido indígena de larga data, y Yonan es nombre de prócer.
- Ah, es que somos vascos. Originalmente.
Les informo a todos estas que el policía era blanquito ojos verdes.
-Bueno, puedes irte.

martes, 14 de julio de 2009

Sabiduría de las multitudes

Siempre he creído que la comida gratis tiene poderes especiales. Aunque no me guste particularmente lo que están sirviendo, si es gratis siento una obligación moral a engullir todo lo que tengo en frente. También estoy convencido de que la comida gratis sabe mejor, de alguna forma mis papilas gustativas han sido entrenadas para creer eso. Que algo sea gratis a su vez destruye mi concepto de saciedad; por mucho que esté lleno me siento obligado a seguir comiendo hasta que se acabe. Pude haber almorzado hace una hora y si me ponen unos Doritos adelante una fuerza me mueve a comerlos. La consecuencia han sido algunas indigestiones, y más a menudo sentirme incomódamente lleno de algo que de verdad no quería comer. Tratar de conseguirle alguna racionalidad ha sido inútil.

Por eso creo que es consolador saber que no soy el único. Hace poco salió un libro dedicado exclusivamente a analizar el poder de lo gratis. Hay experimentos que comprueban que nos comportamos de forma muy distinta cuando algo es gratis en vez de simplemente muy barato; de hecho el experimento que sale en el artículo tiene que ver con comida. De lo que tengo entendido el libro no se dedica a analizar porqué los seres humanos abandonamos la racionalidad cuando algo no nos cuesta nada. Pero a pesar de eso sin duda es bueno sentirme apoyado en mi irracionalidad.

viernes, 10 de julio de 2009

Injusticias burocráticas

Últimamente me he pasado un buen rato en colas esperando a que los dioses de la burocracia me concedan el exquisito privilegio de su gozar de su atención. La verdad es que no ha sido una experiencia particularmente desagradable, porque al menos disfruto de los ratos en cola para leer. O al menos eso intento. En estos momentos estoy leyendo algo particularmente denso que requiere un nivel medianamente alto de atención, y un hábito venezolano que era causa más de pena que de otra cosa ha pasado a ser una irritación.

Hablo de la incapacidad de preparse adecuadamente para una cola. Si sabes que vas a estar un buen rato esperando, una persona racional trae su IPod, un libro, un amigo, un sudoku o crucigrama, el periódico, ALGO que ayude a lidiar con el tedio de un largo rato parado viéndole la espalda a la persona que tienes en frente. Pero no. El venezolano ha decidido torturar a los que planificamos nuestra cola con un incesante parloteo acerca de temas banales, un parloteo nacido por supuesto del más profundo ocio. Es injusto con nosotros los lectores, pero me siento obligado a buscar alguna clase de explicacion. Ahí van, de más perdonable a menos:
  • Te quitaron tu medio de entretenimiento: Ya sea porque te lo robaron en el camino, o por la creencia que cualquier aparato electrónico es un peligro a la dignidad consular te preparaste para tu cola pero las circumstancias conspiraron en tu contra. Te compadezco. Tienes derecho a quejarte con quien te pase por delante de la injusticia del mundo.
  • Incapacidad: No sabes leer y no tienes para comprarte un IPod. O tienes mala vista y no has conseguido lentes (que honestamente son bien caros). No creo que sean muchos, especialmente en lugares como consulados, pero merece compasión quien no le queda más que hablar para manejar el embrutecimiento inducido por una larga espera.
  • Optimismo infundado: Todos hemos caído en esta. Te dijeron que la cita era a las 10 y media y llegamos justo a la hora para no tener que esperar, y resulta que todavía no han atendido a la persona de las 9. O la última vez te tardaste 5 minutos y albergas la esperanza que se repetirá. Entonces no trajiste nada para distraerte. Tener esperanzas en la eficiencia de una burocracia es, en palabras de Rosales, pedirle peras al horno, pero al menos tenías el corazón dónde es. Tu aburrimiento podría verse como una lección para el futuro, pero algún nivel de simpatía mereces.
  • Descuido: Simplemente se te olvidó que tenías que traer algo, o saliste apurado y se te olvidó. Es medio cretino pero nos pasa a los mejores.
  • Placer: Te gusta esperar. Seguramente debe ser alguna clase de enfermedad mental, en cuyo caso no me siento bien juzgando. O te divierten las cosas que pasan en las colas. Por ejemplo, el otro día la gorda en frente mía en la cola de información pregunta como hace para casarse. Pero es gay dice. Obviamente la gallega de información le dice que igual que los demás, no es que hay la cola separada para homosexuales, un ayuntamiento lésbico de Madrid, o un subsidio para matrimonios entre gordas feas. El caso es que al irse la gorda la gallega pone una cara, más por lo idiota de la otra mujer que por otra cosa supongo. Yo me río. Me pregunta porqué. Y me bloqueo. No digo nada y quedo como un idiota. Bueno, al final salí con un cuento simpático de mi cola y quizás hay gente que no se prepara para su cola para poder captar todas las curiosidades del lugar.
  • Soledad: Ya entramos en lo patético. No tienes amigos y te ves obligado a buscar contacto humano hablándole a la gente en las colas. Procedes a revelar por lo insufriblemente tedioso de tu conversa porqué estás solo en este mundo.
  • Buscar pareja: No consigues novia por medios convencionales, entonces decides atacar mientras están esperando. Como sabes que no se van a poder escapar por miedo a perder su puesto, tienes garantizado que algo te pararán. Eso, o eres un romántico que le encanta el cuento de cómo tus padres encontraron el amor en la cola para un concierto Simon & Garfunkel, o algo así. No te compadezco, lo que haces es violación conversacional.
  • Falta de empatía o delirios de grandeza: En el mal sentido de ambos términos. No tienes la capacidad de comprender que a nadie le interesa lo que estás diciendo, entonces hablas sin parar. Delirios de grandeza sería que crees que la gente se encuenta fascinada por tu locuacidad, y sientes que es tu obligación con el mundo compartir tu increíble don. No merecen simpatía alguna pero al menos tienen el atenuante de que no están conscientes de lo que hacen.
  • El qué dirán: Valoras tu imagen de simio que nunca tocaría un libro, y quieres impedir a toda costa adquirir la reputación de persona pensante. Por eso jamás estarías en público realizando algo que requiere actividad neuronal, y para distraerte hablas paja. En resumen eres un idiota.
  • Te gusta joder: Te sientes ofendido, insultado, intimidado por la gente que encuentra placer en leer, o simplemente te parece pretenciosa, con lo que sientes que estás obligado a aurrinarles la experiencia. O tu mayor aspiración en la vida es hacer desperdiciar el tiempo de la mayor cantidad de gente posible en conversaciones cretinas. Debieras ser castigado con 7 días de colas en solitario.

miércoles, 8 de julio de 2009

Arrogancia y decepción

Darse cuenta de la clase de persona que uno es puede ser bastante desagradable. Bueno, no siempre, a veces uno se entera de que uno tiene méritos que desconocía. Y eso es bueno. Muy infrecuente, pero bueno. Pero darse cuenta de que uno es flojo hasta el punto de no oír consejos, decepcionar a personas cercanas y poner en peligro su futuro a corto plazo es patético.

Es una flojera nacida en buena medida de la arrogancia. El síndrome yo-soy-más-arrecho-que-los-demás, y por eso no tengo que hacer lo que hacen los demás. Suponer que otros que estuvieron en mi situación son medio pendejos y que lo que dicen no aplica a mi caso, que la experiencia de los demás no sirve para una mierda, porque al fin y al cabo ellos no tienen mi impresionante intelgencia. Creer que me puedo echar las bolas al hombro y las cosas se resolverán por obra y gracia de ser Igor Zurimendi. El resto se puede explicar con los naturales atractivos de la flojera, que no creo que haga la menor falta explicar.

Alguna justificación tiene esa arrogancia; en mi admitidamente breve y poco accidentada vida he puesto algunas cagadas que no han tenido la menor consecuencia a largo plazo. Dentro de todo además es bueno aprender lecciones sobre la flojera a los 22 en vez de a los 47, donde la consecuencia de tu larga indolencia puede ser el fracaso irreversible. Al menos tengo tiempo de rectificar.

Posdata: Una aclatoria sobre el post anterior. Fue un intento aparentemente poco exitoso de sátira. Lo único que comparto de todo lo escrito en ese post fue el párrafo que después procedo a destruir (poco constructivamente, he de decir). Al menos me queda claro que para la próxima hay que ser mucho más directo.

domingo, 5 de julio de 2009

Seamos constructivos

Después de mucho tiempo seducido por su oscura belleza, he decidido renunciar para siempre a la crítica destructiva. Sí, es reconfortante destruir totalmente una idea que carece de sentido, se siente bien eliminar esas ideas que supuestamente contaminan el espacio público. Pero después de mucho pensar creo la crítica destructiva apela a las emociones y prejuicios más bajos del ser humano: a la necesidad de demostrar superioridad cuando todos somos iguales, a la búsqueda de un progreso intelectual que es una simple quimera, a la infundanda creencia en una verdad absoluta que no existe.

Aclaremos. Por crítica destructiva entiendo aquellos esfuerzos que están dirigidos a demostrar la falsedad de una idea, de un planteamiento, sin hacer esfuerzo alguno por rescatar aquellos elementos positivos que pueda tener. Como ya dije, esto es naturalmente nefasto, y creo que la moral humana ha evolucionado a un punto donde no es aconsejable en circunstancia alguna. Por mucho que un planteamiento esté del todo errado, tenemos que tomar en cuenta que al exponer su error, la persona quien emitió el pensamiento se sentirá ofendida, y su valoración de si mismo descenderá. Cualquier persona que dé mayor peso a un valor abstracto como la verdad que a las emociones de un ser humano es un monstruo carente de cualquier sentido de solidaridad o simpatía.

Entonces, ¿qué debe hacer una persona ética cuando en una discusión le plantean algo que a su juicio es absolutamente falso, que cree que hace daño y merece ser descartado? Pues la respuesta se encuentra en la idea de la crítica constructiva, uno de los avances morales más poderosos de la modernidad.

La crítica constructiva plantea que por mucho que uno piense que una proposición sea falsa, enga
ñosa, o haga daño como idea, es reconecer la humanidad de quien propone un punto de vista buscar algún elemento rescatable del planteamiento, y utilizarlo para mejorar y perfeccionar el planteamiento inicial. Algunos dirán que eso termina validando, aunque sea parcialmente, un argumento con el cual no se está de acuerdo. Esta gente diría que al reconocer elementos de verdad, se está permitiendo que una idea inferior comparta con otras mejores, que se está abriendo un espacio para que se difundan creencias que pueden hacer mal. Según ellos, para evitar que estas ideas cobren una validez inmerecida, es necesario usar la crítica destructiva.

Esta línea es simple y llanamente inmoral. En primer lugar, presenta que hay ideas "buenas" y "malas", y:
¿quién es uno para emitir juicios de valor acerca de lo que piensan otros seres humanos? Uno es simplemente una persona, igual que todas los demás, sin el menor derecho a pretender superioridad de algún tipo. En segundo lugar, no reconoce las consecuencias emocionales, ya mencionadas, de destruir las ideas de otra persona. Por último, decir que da una validez inmerecida ignora completamente la lógica de la crítica constructiva. El simple hecho de que una idea sea producto del pensamiento humano la hace válida, independientemente de la lógica que la sustente. No existe tal cosa como "validez inmerecida".

En conclusión, la crítica constructiva es un acto generoso que reconoce que todas las ideas son igualmente válidas por el simple hecho de estar expresadas por una persona. Esperemos que con estas líneas haya contribuido a destruir la infame y primitiva costumbre de la crítica destructiva.