sábado, 30 de agosto de 2008

Conocidos anónimos

Me imagino que todos nos hemos detenido a ver a alguien en la calle, con la confianza absoluta de que los conocemos de algún lado, para pasarnos los próximos 15 minutos pensando en quien es esa persona o como se llama. Para mí, todas esas personas que reconocemos por sus caras mas no sus nombres son los conocidos anónimos que llenan muchos momentos de ocio de nuestras vidas. Lo de conocidos está de más explicar porqué, pero son anónimos no el sentido de diccionario, sino en el sentido literal de que para nosotros no tienen nombres.

El conocido anónimo que más momentos de incomodidad e incertidumbre causa es sin duda es aquel que alguna vez nos presentaron, pero que su nombre desapereció de nuestra memoria. Peor aún es la situación cuando ellos sí saben como te llamas tú, y respondes con el incómodo "pana" (o cualquiera de sus sinónimos) que es señal inequívoca de desconocimiento absoluto del nombre de la persona en cuestión.

El resto de los conocidos anónimos está compuesto por la gente que nunca nos fue presentada, pero cuya cara de alguna forma quedó grabada en nuestra mente. De este grupo el que más pena puede causar es el compañero de clase (o trabajo) anónimo. Hay una clase selecta de personas con extraordinaria memoria, que es capaz de aprenderse el nombre de las personas con que estudia solo con asociar el nombre que dictan cuando pasan lista con la cara de quien responde. El resto de la humanidad que no tiene ese talento pasa momentos de angustia cuando tiene que pedir un cuaderno, bolígrafo o sacapunta prestado, o cuando alguien con quien has compartido salón dos años te saluda con tu nombre, y no tienes ni idea de como responder.

Otro conocido anónimo de gran importancia es el prestador de servicios, es decir, el vigilante y el vendedor, la secretaria y la señora que limpia, y tanta otra gente que nos hace la vida más fácil, pero que para nosotros no tiene nombre. Siendo políticamente correctos, podríamos añadir a este grupo al prestador de servicios de mendicidad (mendigo) y a los microempresarios del aluminio (recogelatas), que tradicionalmente siempre ocupan los mismos lugares, y cuyas caras por lo tanto rapidamente ocupan un lugar en nuestra memoria. Debo aclarar que hay almas caritativas, como mi madre, que se toman la molestia para aprenderse los nombres de estas personas, pero para el común del gentilicio son conocidos anónimos.

Por último están los conocidos anónimos con los cuales no hemos tenido trato alguno, pero aún así nos recordamos de quienes son. El subgrupo más importante de estos conocidos anónimos son las personas que tienen alguna carácterística física resaltante, ya sea la gente atractiva que llama la atención a cualquiera, esas mujeres grotescas con piernas cual jamón que cuelga en charcutería y grasa luchando por escapar de la vestimenta que la mantiene en lugar, la gente que viste raro, como la negra gótica, y quienes tienen alguna deformidad y con la cual es de pobre gusto meterse. Por último está la gente que inspiró este post, aquellas personas no han hecho nada para ser recordadas, y aún así las reconoces por donde vas. El mejor ejemplo que tengo es el Gordo Triste, una persona con la que me conseguí un día saliendo de la universidad al metro. Andaba de un lado al otro con lágrimas en los ojos, profundamente miserable, dándole golpes a los objetos que se conseguía por el camino. Ahora cada vez que lo veo con amigos alrededor y una sonrisa en la cara me alegra un poco el día.

jueves, 28 de agosto de 2008

Geografía de un escritorio

Por fin se me ocurrió una idea de como responder al meme de Alicia. La teoría es que voy a describir el escritorio desde el cual estoy escribiendo como si fuera un mapa (me gustan los mapas). Ahí va:

Al norte de mi escritorio se encuentran dos juegos de mesa, uno prehístorico con el que no juego nunca, y otro más nuevo que juego con frecuencia. Sobre ellos están emplazados un estuche de cds vacío que nunca he usado y mi cartuchera con la imprescindible calculadora, que es una versión pirata de la que tenía antes que se dañara y haya gastado 50 mil en pilas pensando que era eso. Inmediatamente al sur apreciamos tres cajas para guardar papeles que deben tener otro nombre que no se me ocurre, llenas de guías de años pasados que me ha dado flojera botar. Al este de esto esta un palo de madera que por algún motivo ha tenido mi padre por más de 30 años y sigue sin encontrar uso práctico.

Ya en el centro norte del escritorio está mi bulto, vacío porque no estoy en clases, y al oeste hay tres desodorantes de marcas distintas (nivea, axe y gillete), resultado de una infructuosa búsqueda de algo que no me deje oliendo después de tres horas de hacer nada. Directamente al sur de los desodorantes hay un cenicero, sin usar, lleno de otras cosas que nunca uso como unos audífonos (los audífonos del centro oeste llamémoslos), un coranzoncito de goma que no se donde salió, y una pelota de fútbol de miniatura aún mas difícil de explicar.

En la zona centro sur del escritorio yacen un despertador casio, una lámpara halógena, el cargador de mi celular (desconectado), y una cesta que contiene lápices (no uso bolígrafos porque no se puede borrar), marcadores de pizarrón gastados de la prepa, un bicho de esos para ajustarse los zapatos (otra cosa que debe tener nombre) y un león de peluche pequeño con el uniforme de Italia, que supongo que se escapó del cuarto de mi hermano. Al extremo oeste, en la frontera con al pared, está el tomacorrientes, del cual sale una maraña de cables que habita el resto del centro sur del escritorio.

Si nos adentramos más hacia el sur del escritorio, descubriremos que los cables llevan a mi querida laptop IBM (de antes que la compraran los chinos), que está flanqueada al norte y al sur por un par de cornetas. De las cornetas sale otro par de audífonos, negros y de buena calidad, que al oeste tienen otro par de audífonos que nunca uso. Ya en el extremo sur, en el polo por decirlo así, encontramos un aparato de Wharton que creo que tiene que ver con los husos horarios, mi celular, y una bolsa roja que contiene celulares desechados, porque todavía no he pasado todos mis números al nuevo. En el subsuelo del sur yace un pipote vacío, y en la órbita está mi biblioteca, que no es más que cuadernos viejos, libros de texto viejos de Economía, leyes varias resultados de los tres años de derecho (con minúscula) que uno tiene que ver en contaduría (también con minúscula) y mi colección de novelas de Valerio Massimo Manfredi (recomiendo Alexandros y El Tirano) y de Alejandro Dumas (El Conde de Monte Cristo y la saga de los Tres Mosqueteros).

martes, 26 de agosto de 2008

Palabrería

Desde que empecé a trabajar, he adquirido la agradable costumbre de comunicarle a mi amiga Alicia la palabra del día, esa palabra o expresión que te hacen sonreír por lo particular de su significado, o por lo divertido que es usarla. Me pareció que sería divertido compartir algunas, en este caso las que tienen origen griego, que por algún motivo han sido muchas:


Hubris: overweening pride that results in fatal retribution.

Me imagino que se pronuncia "jubris", y le ocurre muchos a los políticos y villanos de película (especialmente de superhéroes). Lo genial que tienen muchas de las palabras de origen griego es que expresan algo muy complejo en una sola palabra, y este es un excelente ejemplo. Lo complicado de usarla en una oración es que dice tanto que es difícil ponerla algo más complejo que: “This is/was/would be and act of hubris”


Omphaloskepsis: the comtemplation of one’s navel.

Aparentemente mirarse el ombligo se usa como una ayuda para la meditación, pero en general la expresión derivada, “navel-gazing”, expresa un ejercicio de introspección inútil. Es una conducta especialmente frecuente en los medios en general, y los gringos en particular, donde por algún motivo les encanta hablar del sesgo mediático y como los medios han reaccionado ante tal o cual noticia, temporalmente dejando de lado quienes son.


Sisyphean: adjective meaning that an activity is unending and/or repetitive; pointless and unrewarding.

Supongo que en castellano se dirá sisifeo, pero no lo he visto ser usado en ningún lugar, a pesar de la popularidad de otras expresiones de como lo de la espada de Damocles. El adjetivo tiene su origen en el mito de Sísifo, que por pretender (de forma hubrística según la Wikipedia) ser más inteligente que los dioses fue castigado por toda la eternidad a llevar una pierda grande a la cima de una colina, solo que antes antes de llegar esta volvía a rodar abajo. Se deben indentificar mucho quienes tratan día a día con el sector público.


Sychophant: servile self-seeker who attempts to win favor by flattering influential people.

En castellano también existe la misma palabra, sicofanta, solo que en vez de ser un jalabola interesado es un impostor o calumniador, lo cual no deja de ser denigrante pero no es exactamente lo mismo.Todo el mundo conoce a uno o varios, por lo que no voy a poner ejemplos.

viernes, 22 de agosto de 2008

En Reclamación

Hay pocas cosas que le gusten más al ser humano en general, y al venezolano en particular, que reclamar. A mí me parece de lo más sano: en vez de aceptar la mediocridad que nos rodea, nos quejamos de ella y reclamamos con la optimista esperanza de que alguna fuerza nos dé respuesta. Sin embargo, en nuestro querido país a veces llevamos todo este tema de las reclamaciones un pelo demasiado lejos.

El ejemplo más clásico debe ser nuestra absurda pretensión sobre el Esequibo. Ya vendrán los nacionalistas a decir que el Esequibo es una parte inseparable de Venezuela, que desprendernos de nuestro querido apéndice es como quitarle un brazo o una pierna a Venezuela (o a cada venezolano, a los nacionalistas les gusta exagerar). Algunos dirán que generaciones de venezolanos van a tener que reaprenderse la geografía venezolana (reto a cualquiera a nombrar un centro poblado del Esequibo para que se den cuenta que no se pierde mucho), que (y esto sí es verdad), que el mapa de Venezuela se ve mucho más bonito con el Esequibo colgándole del Este cual cachito deforme. Los docentes mencionarán el indudable valor educativo que tiene la Zona en Reclamación como una representación de que nunca debemos renunciar a nuestros derechos, o por ser la primera vez que entramos en contacto con las líneas diagonales, esas que tradicionalmente marcan a este territorio.


Yo opino que ya es hora, como colectivo, que superemos el tema. Yo sé que va a ser un proceso traumático que 26 millones de personas, que no conocen ni al lugar ni a su gente, se desprendan así como así de la Zona en Reclamación. También estoy consciente que va a ser un duro golpe a la autoestima del esequibano (que habla inglés y seguramente nunca ha ido a Venezuela) saber que hemos perdido interés en ellos, que ya no son causa de conflictos internacionales ni roces diplomáticos. Por eso propongo que nos den alguna clase de indemnización: una Autopista de la Concordia que conecte a Georgetown con Tucupita, y un Monumento a la Fraternidad entre Pueblos en la Carlota me parecería un buen comienzo.


Pero a pesar de ser el ejemplo más clásico de reclamaciones venezolanas, existe una variedad de casos adicionales que se destacan por su futilidad. En la oficina hay un mapa de Venezuela bien simpático, que señala campos petrolíferos y otros aspectos de la geografía petrolera, pero también muestra algo que al menos a mí no me enseñaron en el colegio: las "zonas con sobreposición de límites" entre los estados venezolanos. Aparentemente, Mérida le reclama a Barinas y a Zulia, un estado muy controversial que tiene problemas con todos sus vecinos; Portuguesa está en un litigio con Lara, Barinas y Cojedes, quien a su vez le reclama a Yaracuy, quien le reclama a Falcón; Guárico anda peleado con Aragua y Anzoátegui; y Bolívar y Delta Amacuro tienen un rollo por unos territorios del tamaño de Miranda (que es muy seriecito y no se puso a seguirle el juego a los demás).


¿Qué esperanza tiene un país cuyos estados, en el caso de Mérida y Zulia, se han peleado desde la Independencia por un bojote de pueblos miserables al Sur del Lago? ¿A alguien le cabe en la mente porqué Mérida está urgida de acceso al mar? ¿Y porqué nadie se ha sentado a resolver esta idiotez? Lo único que se me ocurre es que los estados venezolanos secretamente albergan sueños independentistas, y cuando Guárico y Zulia sean independientes, fieles a sus orígenes, quieren tener reclamaciones inútiles sobre sus vecinos. ¿Alguien más tiene ideas?

miércoles, 20 de agosto de 2008

Apología al camionetero

En la aventura que es transitar en carro por Caracas, por lo general existen dos grandes villanos: el camionetero y el motorizado (maldecir a la gente que es responsable de la condición física de las calles está un pelo trillado). Eventos recientes me han dado una mejor perspectiva del asunto. Desde que empecé en el Mercantil, todos los días agarro una camioneta, y me he empezado a dar cuenta que el camionetero está siendo injustamente injuriado.

Partamos de una verdad elemental: el camionetero hace su trabajo para tener con que comer, no como una malvada conspiración para abarrotar de tráfico la ciudad, o porque le gusta ser insultado a diario. Será transporte público, pero no es servicio público. Una vez que nos damos cuenta de esto, sabemos quienes son/somos los verdaderos responsables de la absurda y errática conducta del camionetero común: los pasajeros.

Por algún motivo el pasajero venezolano piensa que tiene un derecho divino o constitucional a montarse en una camionetita donde le da la gana, y bajarse donde le provoque. En teoría existe un sistema de paradas, pero a aquellas que no están inservibles por los carros que tienen estacionados en frente, o por simplemente ser imposibles de identificar, no les para mucha gente. Por lo tanto, el camionetero, si quiere tener pasajeros, tiene que estar pendiente de señoras repugnantes paradas en la calle cual prostitutas de tercera (sí hay categorías) y maniobrar por la calle para conseguirlas, para que después le pregunten “¿Va pa Chacaíto?” y él tenga que responder “Cada, la Florida” (a lo que inevitablemente responden “Ay, pues, así no me sirve”). No solo eso, sino que el pasajero venezolano también tiene el derecho de bajarse cuando quiera, así sea 10 metros después de la última parada, y tomarse su tiempo para analizar la decisión en detalle (“¿Aquí nos sirve?”, “No, mejorn en la esquina de allá”, “¿Segura?”, “Sí vale, hay que caminar mucho”, “Señor, aquí no es, un pelín más allá”, a todas estas con la camioneta parada y sin pagar).

Y ahí no paran las tribulaciones del camionetero. Tiene que estar pendiente de cobrar y dar el vuelto, de la gente que maneja mal sin excusa alguna, de los mendigos de Maracay (aparentemente son una franquicia) que se montan en la camioneta y piden ayuda para unos gastos médicos (me han tocado cuatro en la última semana, muy orgullosos de sus orígenes aragüenses), de los peatones impertinentes y de la cara de la gente para después recordar si pagaron o no. Es un pequeño milagro que el camionetero no maneje aún peor de lo que hace, y que no se den más suicidios al volantes (yo no aguantaría un día sin matar a alguien o matarme yo).

Eso sí, los motorizados no tienen excusa.

domingo, 17 de agosto de 2008

El primer post

Supuse que sería buena idea comenzar dando información general sobre el blog:

El título es ese porque somos pocos Zurimendi en el mundo, y me gustaría que algo relacionado a mí sea lo primero que salga cuando busquen mi apellido en Google. Lo que es fastidioso es que un Zurimendi desconocido me quito el zurimendi.blogspot.com, y para colmo tiene un solo "post".

Ante la pregunta de porqué me abrí un blog en primer lugar:
- Disfruto enormemente leyendo los blogs de mis amigos, la gente de The Economist, y otros por ahí.
- Ahora tengo tiempo para sentarme a escribir pistoladas, con lo que es buen momento para sentarme a ver si me gusta.
- Para ser el Zurimendi de referencia en Internet.
- Relacionado con lo anterior, el ineludbile factor ego.
- Me dijeron que debería hacerlo...

Falta hablar del contenido: las ideas que me pasan por la cabeza, con escasa edición.

Y por último un saludo, espero que la pasen bien.